Las lesiones en la rodilla son comunes y pueden afectar a personas de todas las edades, aunque son especialmente frecuentes entre los deportistas. Estas lesiones pueden variar en gravedad, desde esguinces leves y desgarros de ligamentos hasta fracturas y dislocaciones que requieren intervención quirúrgica.
Los esguinces y desgarros de ligamentos, como el ligamento cruzado anterior (LCA) o el ligamento colateral medial (LCM), son lesiones comunes que resultan de movimientos bruscos o torsiones de la rodilla. Estos pueden causar dolor, hinchazón y dificultad para mover la articulación. Las fracturas de la rodilla suelen ser el resultado de impactos directos, como caídas o accidentes automovilísticos, y pueden requerir cirugía para estabilizar la articulación.
El diagnóstico de las lesiones de rodilla incluye una evaluación clínica detallada y pruebas de imagen como radiografías, resonancias magnéticas o tomografías computarizadas. Estas pruebas ayudan a determinar el tipo y la extensión de la lesión, lo que es crucial para planificar el tratamiento adecuado.
El tratamiento de las lesiones de rodilla depende de la naturaleza y gravedad de la lesión. Para esguinces y desgarros menores, el reposo, la aplicación de hielo, la compresión y la elevación (método RICE) son fundamentales. Además, la fisioterapia puede ayudar a recuperar la movilidad y fortalecer los músculos que soportan la rodilla. En casos más graves, como rupturas completas de ligamentos o fracturas, puede ser necesaria la cirugía para reparar los tejidos dañados.
Prevenir las lesiones de rodilla es posible mediante la adopción de medidas adecuadas durante las actividades físicas. Esto incluye el uso de equipo de protección, el calentamiento adecuado antes de ejercitarse y la realización de ejercicios de fortalecimiento para los músculos que rodean la rodilla. Además, mantener un peso saludable puede reducir la presión sobre las rodillas y disminuir el riesgo de lesiones.